VIVIMOS EN UNA SIMULACIONA veces, la línea entre lo real y lo imaginario parece difuminarse. Todo parece sólido, inmutable, hasta que un pequeño detalle, un error en el sistema, nos sacude. Esa grieta en la perfección nos deja una sensación inquietante: ¿y si nada de esto es real? ¿Y si todo lo que percibimos como verdadero es solo un elaborado simulacro diseñado para engañar nuestros sentidos?
La idea de vivir en una simulación ha sido explorada en la filosofía, la ciencia y, claro, la cultura pop. Desde los antiguos filósofos que cuestionaban la naturaleza de la realidad, hasta los teóricos modernos que sugieren que nuestra existencia podría ser un complejo programa informático. A primera vista, suena descabellado, pero ¿no sería más extraño que esta vida, con su caos, sus patrones y sus misterios, sea el producto de una mera coincidencia cósmica?
Esos momentos en los que algo no encaja—cuando un déjà vu te golpea con fuerza, cuando un patrón imposible aparece donde no debería o cuando todo parece demasiado perfecto—nos recuerdan lo frágil que es nuestra percepción. Nos hace pensar que, quizás, solo estamos viendo lo que alguien, o algo, quiere que veamos.
Si vivimos en una simulación, ¿qué propósito tendría? ¿Es un experimento, un entretenimiento o un simple juego para una entidad superior? O quizás, más aterrador aún, no tiene ningún propósito, y somos solo líneas de código corriendo en un servidor olvidado.
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Te suelto una hostia que te vuelvo Dj.
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SEGUNDAS OPORTUNIDADES La vida es un juego de equilibrios, un constante ir y venir entre lo seguro y lo inesperado. Hay momentos en los que todo parece pender de un hilo, situaciones en las que, por un suspiro, las cosas toman un rumbo completamente distinto. A veces, te salvas por los pelos; otras, todo encaja en el último segundo.
Es curioso cómo funciona el destino, porque justo cuando parece que todo va a salir mal, aparece esa pequeña oportunidad, ese instante que lo cambia todo. Hoy estás aquí, y mañana... quién sabe. Es un recordatorio de que la vida no tiene garantías, pero también de que cada día es una nueva oportunidad para seguir adelante, incluso cuando parecía que no habría más capítulos en tu historia.
Porque al final, la vida es eso: segundos que importan más de lo que imaginamos.
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La cámara lenta del día.